Valores

En la primavera de 2015 el Papa Francisco publicó la encíclica Laudato Si sobre el cuidado de la casa común. En ella  el Santo Padre llama a toda la humanidad, creyente y no creyente a colaborar en el “desafío urgente de proteger nuestra casa común” así como a  “unir a toda la familia humana en la búsqueda de un desarrollo sostenible e integral, pues sabemos que las cosas pueden cambiar.” (LS 13)

Y en el punto 219 nos da la clave para afrontar el desafío: “A problemas sociales se responde con redes comunitarias, no con la mera suma de bienes individuales: «Las exigencias de esta tarea van a ser tan enormes, que no hay forma de satisfacerlas con las posibilidades de la iniciativa individual y de la unión de particulares formados en el individualismo. Se requerirán una reunión de fuerzas y una unidad de realización». La conversión ecológica que se requiere para crear un dinamismo de cambio duradero es también una conversión comunitaria” (LS 219).

La creación en la Iglesia Católica, empezando por la Archidiócesis de Madrid, de una fundación, de una comunidad nueva cuyo objeto sea la custodia de la creación, es una llamada a la santidad a través del cuidado de una naturaleza que es  “expresión de un proyecto de amor y de verdad. Ella nos precede y nos ha sido dada por Dios como ámbito de vida. Nos habla del Creador y de su amor a la humanidad. Está destinada a encontrar la «plenitud» en Cristo al final de los tiempos. También ella, por tanto, es una «vocación».  (CiV 48)

Para vivir la vocación a la que nos invita el Papa ello es necesario en primer lugar educarse en la contemplación, en “percibir que cada criatura cantando el himno de su existencia es vivir gozosamente en el amor de Dios y la esperanza” (LS85), Y en segundo lugar en el funcionamiento de los ecosistemas naturales que es ejemplar (LS22). Es de esta contemplación unida a su estudio y comprensión desde la que se puede tomar partido activo por un cuidado de nuestra Casa Común.

 La Iglesia Católica es no sólo la mayor comunidad del mundo, sino también la mayor organización global. Por eso es importante crear redes, comunidades y estructuras que por una parte contribuyan a “estimular y sostener la «conversión ecológica», que en estos últimos decenios ha hecho a la humanidad más sensible respecto a la catástrofe hacia la cual se estaba encaminando (Juan Pablo II)” y por otra nos inviten constantemente a actuar con “un cuidado generoso  y lleno de ternura” desde la  “gratitud y gratuidad”  ante el reconocimiento del mundo como un don recibido del amor del Padre” (LS220).